martes, 28 de febrero de 2012

Entrevista a Georgina Hassan (2012)

Georgina Hassan en Buenos Aires
Aprovechando su concierto en Madrid en octubre de 2011, El violero habló con una de las voces emergentes de la nueva canción en Argentina. Compositora, cantante, guitarrista y cuatrista, Georgina Hassan (Buenos Aires, 1977) compartió con nosotros ideas e impresiones sobre esta parte del camino recorrido. Por Manuel Álvarez Ugarte

Escribo estas líneas justo cuando se cumplen 10 años de la primera vez que mi camino y el de Georgina se cruzaron. Recuerdo aquel febrero de 2002 como si fuera ayer: ella estaba de viaje por España y me contactó, casualidades de la vida, por medio de un maestro que, sin saberlo, habíamos tenido en común: José Luis Merlin
Vino a visitarme a casa, charlamos, tomamos mate, comimos juntos y nos enseñamos lo que cada uno hacíamos. Mucha agua bajo el puente y una década tuvo que pasar para que los caminos pudieran volver a cruzarse, esta vez ya sobre el escenario, compartiendo músicas y con la certeza de que, en cierta forma, cada uno a su manera y desde su lugar, seguíamos en la búsqueda de una forma nueva de decir nuestra música popular. Las palabras que siguen son el testimonio de ese encuentro.

Comencemos hablando de ti como compositora, cuéntanos cómo trabajas, tus procedimientos, los procesos...
Mi forma de trabajar es bastante caótica, no tengo un método ni un orden, pero sí necesito estar en soledad para comenzar la búsqueda. La mayoría de las veces aparece primero la letra de la canción y desde allí empiezo a indagar y voy de la guitarra al teclado o al cuatro improvisando y grabando. Muchas veces me despojo de todo y canto a capella para no encarcelarme en la armonía.
Tener muchas limitaciones en un instrumento es, a veces, una bendición, porque estás mas despojado de conceptos. Eso me pasó una vez jugando con el violoncello y de esa experiencia nació la canción Velo por veloOtras veces aparece todo junto, letra y música, o un pequeño estribillo que pide que lo “desovillen”.


Qué crees tiene que tener una simple idea, un retal, para que te lleve a una canción?, Y por el contrario, qué te hace descartarla? 
Creo que cualquier boceto puede ser una canción y a menudo lo que más cuesta es hallar una idea porque uno espera algo especial o grande y entonces la inmensidad de posibilidades limita. Me ha pasado de tener que componer a pedido o con una consigna y es realmente asombroso como esa limitación es disparadora de la creatividad.
En general descarto una idea cuando me aburro en el proceso. Es entonces cuando la dejo descansar horas, días o años, o le pido a algún músico que se encargue de la melodía o la letra.


Háblanos de las mujeres creadoras de música popular en Argentina, podemos referirnos a una generación, la tuya, que se ha desmarcado de la tradición señalada por el binomio tango-folklore? 
Si, creo que las mujeres de mi generación dedicadas a la música hemos tenido y aún tenemos la necesidad de decir desde la composición algo propio y que tiene que ver con una identidad atravesada por la diversidad de músicas y culturas que hemos absorbido. Por supuesto que a lo largo de la historia de la música popular argentina han existido compositoras maravillosas como Hilda Herrera o Suma Paz, por citar a dos grandes dentro del folklore, pero siempre han sido muy pocas dentro del binomio tango-folklore del que hablas. Quizás en otros géneros como el rock o el pop ha sido más fácil tener ese lugar.
Dentro del tango-folklore las mujeres han tenido demasiado tiempo el papel de interpretes y ya hace muchos años que están pasando a ser protagonistas, encontrando una voz y una manera de decir propias. Por supuesto que no es fácil romper con las reglas tácitas, pero es reconfortante ver la cantidad de compositoras que van surgiendo en este tiempo, como es el caso de Cecilia Zabala, Luvi Torres, Gaby La Malfa, entre muchas otras.


De dónde te viene ese interés por la conjugación de colores, aromas, ritmos, paisajes, lenguas?
Siempre sentí una gran avidez por la diversidad, por lo “diferente”, una pasión por conocer y mezclarme con gente de otras culturas. Hay un hecho bisagra en mi vida: cuando cumplí 15 años le pedí a mis padres viajar a Cuba en lugar de hacer la gran fiesta con vestido blanco y “carrozas de fuego”. Un año después viajé a la Isla a cosechar naranjas dentro de una “brigada sudamericana de trabajo voluntario”. Fue una experiencia transformadora porque pude conocer gente de Chile, Ecuador, Perú, Brasil, Bolivia, Uruguay y acercarme a las veladas que se hacían por las noches en el campo, escuchando la música y los acentos de cada una de las culturas. De más está decir que no dormía con tal de no perderme esos momentos. Volví a mi casa y comencé a buscar toda esa música entre los discos de mi padre. Creo que ese fue el puntapié inicial al que le siguieron muchos otros viajes y experiencias humanas y musicales muy profundas. Creo que todo esto está presente en la música que compongo.


Hasta que decidiste ponerte al frente de tus proyectos hubo un largo camino recorrido. Háblanos de esas experiencias y de cómo fue definiéndose tu camino como solista.
Mi primer proyecto musical fue un grupo de folklore de proyección llamado Cenzontle. Lo integraba junto a compañeros de la Escuela de Música Popular de Avellaneda donde hice mi segunda carrera musical. Fue un proyecto que duró cuatro años, desde 1995 a 1999. La propuesta era hacer folklore argentino con influencias de otros géneros como el rock, o la música uruguaya. Casi todos los temas eran compuestos por alguno de los integrantes, pero en ese momento yo aún no me atrevía a escribir.
En 1999 formé junto a otros cuatro músicos el grupo La Cuerda, dedicado a la interpretación de música latinoamericana.
Fue a partir del año 2002 que comencé mi carrera como solista casi por necesidad: en ese año realicé mi primer viaje a Europa y empecé a cantar sola o con los músicos que conocía en cada lugar. De a poco fui intercalando, con pudor, mis propias composiciones entre las canciones de otros autores y con el tiempo la ecuación se invirtió: ahora la mayoría de las canciones que canto son propias.


Primera luna y Como respirar, en orden cronológico, son los títulos de tus discos en solitario, cuéntanos qué propone cada uno de ellos.
Primera Luna es mi primer disco solista y constituye el cierre de una etapa muy nómada de mi vida. Casi puedo decir que fue la excusa perfecta para quedarme un poco quieta en Argentina.
En 2004 estaba volviendo de vivir un año en Chile y mi hermano, Ariel Hassan, que fue el productor del disco, me instó a realizar la grabación. Siempre le voy a agradecer por ello…
En Primera Luna se refleja el momento del que hablé anteriormente, en el que aún era mayormente intérprete y comenzaba a asomarse tímidamente la compositora.
Creo que Primera Luna es un disco muy auténtico porque elegí cantar solo lo que realmente me representaba y además muy cuidado en los arreglos, realizados por Pablo Fraguela, con un sonido acústico y el acompañamiento de músicos excelentes. Fue mi tarjeta de presentación, fue un disco que me abrió muchas puertas.
Como respirar, sin embargo, marca este salto a la composición del que hablaba (de las 12 canciones 9 son propias) y también a la autogestión, ya que fue realizado de modo absolutamente independiente. Es un disco que también tiene un sonido acústico pero refleja una búsqueda sonora más intuitiva. Además, cuenta con el talento y la creatividad de muchos músicos que fueron invitados y enriquecieron cada canción: Marcelo Moguilevsky, Facundo Guevara, Raly Barrionuevo, entre muchos otros de Argentina, e invitados de otros lugares como Kepa Junkera, de Bilbao, Erik Manouz, de Alemania y Daniel Cantillana, de Chile.


Georgina durante la producción de Como respirar
He notado que entre las versiones incluidas en tus discos, la presencia de compositoras mujeres es una constante, lo mismo que en algunos proyectos con otras artistas. Alguna voluntad de reivindicar algo, un mensaje?   
Desde que comencé con mis proyectos musicales, casi exclusivamente los he compartido con hombres. No fue una decisión sino una consecuencia natural. Pero hace algunos años me fui encontrando con diferentes mujeres y tuve la necesidad de hacer algo con ellas. Me di cuenta de que la energía de trabajo era otra y que yo también necesitaba nutrirme de aquéllo y compartir no solo las experiencias musicales, sino también las dudas e incertidumbres de ser mujeres compositoras y en una mayoría “autogestionadas”. Desde entonces he tendido hermosos encuentros en Argentina con Cecilia Zabala, Luvi Torres, Laura Ledesma y, más recientemente, siendo parte de un ciclo llamado Locro Ceviche Farofa, donde nos juntamos cuatro compositoras: Ariadna Prime y yo, de Argentina, Sandra Peralta, de Perú y Tatiana Parra, de Brasil. Y no solo compartimos nuestras composiciones, sino que también creamos nuevas canciones entre todas. Fue una experiencia hermosa.
También compartí conciertos con compositoras de otros países como Ana Prada e Inés Saavedra, de Uruguay, Natalia Contesse, de Chile y Marta Gómez, de Colombia.
Otro proyecto que surgió hace un par de años y que tiene que ver con la voz de las mujeres es 7 esquinas, un espectáculo poético musical. Nos juntamos con Gabriela Borrelli Azara, locutora y mujer de letras y tomamos la poesía de siete mujeres argentinas de diferentes épocas (desde principios del siglo XX hasta nuestros días) y regiones del país. En su gran mayoría estas mujeres murieron sin que su obra tuviera difusión y han sido llamadas poetisas, palabra que nace de modo peyorativo para definir a las mujeres que escriben poesía.
A mi me tocó la hermosa y difícil tarea de musicalizar los poemas de María Eloísa Zamudio, Susana Thénon, Emilia Bertolé, Amelia Biagioni, Diana Bellessi y Julia Magistratti.


Crees que hay un pensamiento con perspectiva de género entre las creadoras de tu generación?
Yo creo que hay una manera de decir que es femenina, es algo que está en ebullición y crecimiento, que está encontrando su propia estética en cada una de nosotras. Intercambiar y compartir nos fortalece y va moldeando la propia identidad.


Georgina Hassan y Diego Penelas en directo
Has ofrecido conciertos en numerosos países de América y Europa. Qué te ha enseñado el tránsito por escenarios donde ciertos códigos, eminentemente locales, no son tan evidentes?
Vengo de un país donde el púbico es absolutamente comunicativo y entusiasta, pero hacer conciertos en lugares donde la gente no habla tu idioma y que te escucha y agradece al finalizar el concierto es algo que conmueve.
Lo que me ha enseñado pararme frente a diferentes públicos ha sido creer en lo que canto. Las primeras veces que me animé a cantar mis propias canciones fue frente al público portugués. Pensé que nadie me juzgaría, que no perdería nada porque nadie allí me conocía. Sucedió que al terminar el concierto toda la gente que se acercó me preguntó por esa canción que había cantado aunque yo nunca había dicho que era mía. Me di cuenta de que, evidentemente, yo estaba transmitiendo algo diferente cuando cantaba desde mi propia voz.


Un deseo que quisieras que tu obra te ayudara a alcanzar.  
Tengo dos pequeñas historias: hace algunos años un hombre me escribió para contarme que su mujer había dado a luz a su hija mientas escuchaba mi música.
El año pasado, para mi cumpleaños, el cartero llegó a casa trayendo un sobre con muchas cartas de los alumnos de 3º E, de una escuela carenciada de la provincia de Santa Fé. La maestra me agradecía porque, según me relataba, había tenido muchos problemas de conducta y concentración con sus alumnos y había comenzado a ponerles mis discos. En poco tiempo los chicos comenzaron a cambiar de comportamiento y en sus hermosas cartitas me contaban que todos los días escuchaban mi música mientras hacían sus tareas.
Que mi música pueda ser parte de la vida de las personas, acompañarlas y ayudarlas, es mucho más de lo que siempre imaginé como un deseo.